lunes, 6 de diciembre de 2010

Violin Cristiano: Enamórame Abel Zabala Violin

Violin Cristiano: Enamórame Abel Zabala Violin: "Continuando con mis partituras y canciones cristianas... Aquí os dejo la guía para tocarla. Por favor deja tu comentario y/ suscribete ya ..."

viernes, 2 de abril de 2010

Claves Musicales

Clave de Fa en cuarta linea

Clave de  Fa en Cuarta linea

Clave de Sol en primera linea

Clave  de sol

Clave de Fa en tercera linea

Clave de  Fa

Clave de Do en primera linea

Clave de  Do en primera linea

Clave de Do en segunda linea

Clave de  Do en 2a.

Clave de Do en tercera linea

Clave de  Do en 3a.

Clave de Do en cuarta linea

Clave de  DO

miércoles, 24 de febrero de 2010

La solfa


Es el lenguaje musical en la que se debe interpretar con mucha delicadeza
ya que con ella se debe de dar una buen interpretación de la melodía.

Música


Definición de Música

La palabra Música procede del latín Musica, derivada, a su vez, del griego Mousike, palabra esta última que tenía en su origen dos significados: uno general que abarcaba todo lo relacionado con la educación del espíritu (colocada bajo la advocación de las nueve Musas o diosas de las artes), que se complementaba con la educación física o gymnastike, y otro específico de arte sonoro, que es el que ha llegado hasta nosotros.

La dificultad para definir la música ha sido siempre proverbial. Ya Aristóteles llegó a la conclusión de que, aunque la noción de Música era comprendida por todo el mundo, resultaba extremadamente difícil llevar a cabo una definición. No obstante, podemos definir la música como el arte que se ocupa del material sonoro y de su distribución en el tiempo. La unidad mínima de la organización musical es la nota, un sonido con un tono y una duración específicos, de cuya combinación surgen melodías y acordes. La organización de la música implica por lo general la presentación de un material básico que podrá luego repetirse con precisión o con cambios (variaciones), alternarse con otros materiales o seguir actuando continuamente para presentar nuevo material.

Tenemos, por lo tanto, dos componentes básicos dentro de la música: el sonoro y el temporal que se presentan unidos de forma inseparable, tanto en la creación como en la ejecución y en la audición. Junto con ellos, es preciso tener también en cuenta el componente intelectual, es decir, cómo influye la música sobre el estado de ánimo de los oyentes.

Estos tres componentes, los dos primeros referidos a la música en sí y el tercero a su influencia sobre el oyente, han recibido diferente importancia en los autores que se han preocupado de la materia. Algunos, como San Agustín o San Isidoro, han hecho hincapié en el primer aspecto (Ciencia de bien medir será la definición de San Agustín y Ciencia de armonía medida la de San Isidoro), en tanto que otros han considerado más importante el segundo. Este es el caso del filósofo y compositor Jean-Jacques Rousseau que definió la música como "Arte de expresar determinados sentimientos de un modo agradable al oído" o el compositor Héctor Berlioz que la definió como "Arte de conmover por la combinación de los sonidos a los hombres inteligentes y dotados de una organización especial".

Elementos básicos de la Música

Los elementos básicos de la música son aquellos que se emplean para organizar cualquier tipo de pieza musical, desde una melodía simple con una escala de tres notas y una duración mínima (como sucede en la música folclórica más simple), hasta las obras más complejas imaginables. Los dos elementos básicos son el sonido y el ritmo. Ambos aparecen de forma conjunta en la música ordenados a partir de estructuras sonoras y rítmicas que son distintas en los diferentes sistemas musicales que conviven en el mundo. Las estructuras rítmicas básicas son el pulso y el compás y las melódicas, la melodía y la armonía.

Sonido musical

Características del sonido musical

En principio, todo sonido es susceptible de convertirse en música, aunque cada uno de los sistemas musicales correspondientes a las diferentes culturas tiende a seleccionar un tipo de sonido en el que basar su música.

En el sistema musical occidental en el que, todavía hoy, se mueve nuestra música, la base es el tono, que se distingue del ruido por su autonomía sonora, esto es, porque son sus características las que lo definen y no, como sucede con el resto de los sonidos, su procedencia. De esta manera, en tanto que reconocemos el sonido de una puerta al cerrarse o el de un pájaro que canta, el tono se reconoce por la regularidad y la altura de sus frecuencias, aunque su timbre sí que venga determinado, en buena medida, por el del instrumento que lo emita.

Tradicionalmente se han señalado cuatro características del sonido musical: su altura en la melodía y la armonía, su duración en el tiempo que dura la pieza, su intensidad en el movimiento de ésta y el timbre, que procede del instrumento y dará un color peculiar al conjunto en el que se integre.

Cuando dos tonos suenan a la vez, nos encontramos con un intervalo. Los intervalos pueden medirse en unidades llamadas cents Los intervalos más pequeños de la música occidental, los semitonos (que corresponden a la mitad de un tono) equivalen 100 cents, pero en otras culturas musicales también pueden encontrarse intervalos de alrededor de 50, 150 ó 240 cents, por poner algunos ejemplos. El oído humano puede distinguir intervalos de hasta 14 cents.

Se llama afinación al ajuste de las frecuencias y altura del tono. Un tono en su punto concreto de frecuencias sonoras y de altura será un sonido afinado. Para afinar los instrumentos, se toma un nota de la escala como base. En la tradición musical occidental, esta nota es el La de la escala y su altura (medida en Herzios por segundo) ha ido transformándose a lo largo del tiempo. El La actual es el que se encuentra a 440 Herzios por segundo de frecuencia.

La afinación de dos sonidos se comprueba, por tanto, por la igualdad de sus frecuencias. Esta comprobación es la que se lleva a cabo en las orquestas antes de los conciertos: el concertino de la orquesta da la nota La que sirve como base, y todos los instrumentistas comprueban que el de sus instrumentos coincide con el que se les ha dado.

Melodía, escala y tonalidad

La melodía es un conjunto de sonidos que forman una frase reconocible como tal por el oyente. Forma parte de todo sistema musical, incluso del más simple, y está relacionada, en su origen, con el propio lenguaje del hombre (hay estudios al respecto que la emparientan con el parloteo de los niños que aún no saben hablar). Sus características son diferentes en culturas, pueblos, regiones y aun clases sociales distintas.

La escala es un grupo de notas separadas por unos intervalos específicos que se sitúan siempre en el mismo orden y que se agrupan en torno a una de ellas, por lo general la primera, que constituye su centro y a la que se conoce como tónica. De esta manera, la escala constituye un esquema básico que se emplea al construir la música desde sus estados más primitivos. Todos los sistemas musicales, aun los más rudimentarios, cuentan, por tanto, con una escala que es la base de su música.

El sistema occidental cuenta con dos escalas: una diatónica, de siete sonidos, y otra cromática, de doce, y constituye una octava, es decir, va desde uno de los siete sonidos de la diatónica hasta su repetición (Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si, Do). Hasta principios de nuestro siglo se entendió que la escala cromática procedía de la diatónica y que las cinco notas de diferencia entre ambas eran producto de la alteración de las siete notas naturales. Ambas escalas pueden encontrarse en modo mayor o en modo menor, según se ordenen sus intervalos. Las siete notas que constituyen la escala reciben el nombre de grados. Los dos más importantes son la tónica, o primer grado, y la dominante, o quinto grado. Su importancia reside en que la primera inicia y concluye la escala en tanto que la segunda la divide en dos mitades desiguales. Musicalmente hablando, la tónica supone un punto de reposo, dado que es el límite de la escala, y la dominante un punto de tensión, dado que está en la mitad y entre los dos puntos de reposo. Este equilibrio entre tensión y reposo es la base de la música occidental. El resto de los grados de la escala ocupan su puesto en función de estos dos.

Otros sistemas cuentan con escalas distintas que, a veces, han influido en nuestra música, así la escala pentatónica o de cinco sonidos propia de la música de Extremo Oriente o la escala de tonos enteros de Oceanía que consta de seis sonidos. Ambas escalas pueden oírse en obras de ambientación oriental de autores como Debussy o Stravinsky.

La relación entre melodía y escala es muy cercana, dado que la escala se deduce habitualmente de los hábitos melódicos de un determinado sistema musical. De hecho, los modos de cada escala (recordemos que los de la escala occidental son el mayor y el menor) no son sino variedades melódicas muy desarrolladas que no se pueden reducir a excepciones al esquema que supone la escala.

En algunos sistemas musicales, las escalas constituyen patrones fijos que no se pueden alterar de ninguna forma. En algunos casos, es necesario que la escala comience en una determinada nota y sólo en ella. De este modo pueden aparecer, por ejemplo, escalas de Sol o de Re. En el sistema occidental, en cambio, las escalas pueden transponerse a cualquier altura tonal. Esta posibilidad da lugar a las distintas tonalidades que no son sino la misma escala a diferentes alturas de sonido.

Armonía

La armonía constituye la dimensión vertical de la música, dado que aparece cuando aparecen dos sonidos o más de forma simultánea. Cuando son dos sonidos hablamos de intervalos y cuando son más de dos, de acordes. El desarrollo armónico del sistema occidental ha sido mucho mayor que el del resto de los sistemas conocidos, centrados más en aspectos rítmicos o melódicos.

Ritmo

Se entiende por ritmo la alternancia de elementos fuertes y débiles. El ritmo forma parte del mundo del hombre, e incluso de su propia anatomía. En efecto, el ritmo de la respiración o los latidos del corazón muestran ya un ritmo dentro del que vive el hombre. De acuerdo con ello, en todas las artes aparece un sentido rítmico que es especialmente claro en la arquitectura, donde los espacios y los volúmenes se sitúan de forma ordenada.

No obstante, en música el ritmo se entiende como la división de un espacio de tiempo en partes perceptibles por el oído. Aunque en música el tiempo se expresa básicamente mediante las longitudes de las notas y su ausencia (silencios) y las relaciones entre ellas, también la melodía y la armonía influyen sobre el ritmo situando determinados elementos sobre una parte fuerte y otros, sobre la débil. La mayor parte de la música occidental está construida sobre una estructura de pulsos que aparecen de forma regular.

Pulso, medida y compás

Son los elementos en los que se plasma el ritmo. El pulso es la unidad acentual básica de una pieza. Esta unidad se concreta en la medida, que es la forma en que se distribuyen los pulsos dentro de un pieza determinada. Esta distribución da importancia diferente a los pulsos, estableciendo una diferencia entre pulsos fuertes y pulsos débiles y creando el esquema rítmico de la pieza, que es lo que se conoce como compás. El compás se indica al comienzo de una pieza y cada vez que, en su transcurso, cambia la medida. La forma de indicarlo es un quebrado cuyo numerador indica el número de pulsos por compás y el denominador la nota que vale un compás completo.

Grafía musical

El método habitual para recordar y transmitir la música es oral; la mayor parte de la música del mundo se aprende de oído. La mayor parte de la música popular, especialmente la de culturas no occidentales, se compone en la mente del compositor y se transmite y memoriza oralmente. Los actos creativos de la música incluyen la improvisación, es decir, la creación de nueva música en el curso de la interpretación, en general a partir de alguna estructura previamente determinada, como las ragas de la India o los maqams del Próximo Oriente.

Por su parte, el sistema occidental ha desarrollado, en cambio, un complejo sistema de la notación que indica principalmente el movimiento del sonido y el tiempo que éste dura, con una capacidad limitada para regular otros elementos más sutiles, como el timbre. Con todo, permite transcribir un mayor número de elementos que el resto de los sistemas de grafía musical. Precisamente ha sido tal detallismo el que ha permitido el mayor desarrollo armónico de la música occidental y, en general, una mayor libertad creativa, pues el intérprete precisa mantener menos datos en la memoria que en otros sistemas.

Para la expresión gráfica de los sonidos, la música emplea el pentagrama, estructura de cinco líneas que precisa la altura de la nota a cuyo principio se coloca una clave que indica el nombre que toman las notas en el pentagrama.

Pentagrama y líneas adicionales.

Las notas que se colocan en este pentagrama indican con precisión tanto su altura como su duración. Lo habitual es que aparezcan agrupadas en compases que se indican mediante un quebrado que se sitúa a la derecha de la clave.

Claves.

Además de estos elementos, el sistema occidental emplea varios signos y frases de carácter convencional que indican aspectos como el aumento o disminución de fuerza expresiva, el carácter de la pieza o el fraseo, que se indica mediante ligaduras y otros signos de articulación y acentuación.

Además de la notación general, existen diferentes signos particulares de los diferentes instrumentos.

En la actualidad, según su altura, las notas tienen los siguientes nombres: do, re, mi, fa, sol, la, si. Las alteraciones de los sonidos se nombran añadiendo las palabras sostenido (semitono ascendente) y bemol (semitono descendente) al nombre de la nota. Si, de alterada, vuelve ésta a su posición natural, se llama becuadro a la alteración.

Redonda, negra y blanca.

Corchea, semicorchea, fusa y semifusa.

Silencios.

Géneros y Formas

Los conceptos musicales de género y forma se hallan muy cercanos y pueden llegar a confundirse en casos como la sonata, que es género, pero también forma. Para distinguirlos podemos decir que, en tanto que la forma se refiere sólo a la ordenación del material sonoro de acuerdo con una serie de patrones que proceden de una tradición musical, el género abarca aspectos tan variados como la instrumentación a la que se somete a dicho material, el texto que se le pone, si se da la circunstancia, el lugar en el que se interpreta, etc. De este modo, una forma como el aria puede ser vocal o instrumental y, según lo sea, pasará a formar parte de géneros como la ópera o el oratorio (según su texto sea profano o religioso) en el primer caso y de una suite o de un concierto en el segundo.

De acuerdo con los instrumentos que forman parte de ellos, los géneros se dividen en vocales e instrumentales y, por otro lado, en sinfónicos y de cámara.

Géneros vocales son aquellos en los que la voz humana ocupa parte protagonista, con o sin acompañamiento instrumental, ya solo, ya en conjunto. Los principales son la ópera (representación dramática cantada y acompañada toda ella de música; cuenta con una serie de géneros cercanos como la opereta, la comedia musical o la zarzuela en los que se mezclan partes habladas y partes cantadas), el oratorio (desarrolla una historia de tema religioso que no se representa y que, a veces, cuenta con un narrador; agrupa también a misas, pasiones y otras piezas de texto religioso compuestas con solistas, coro y orquesta), la canción y diversos géneros corales como el motete o el madrigal.

Dentro de los géneros vocales, se distingue entre géneros grandes (ópera, oratorio) y géneros pequeños (canción, madrigal) en atención tanto a su duración como a los efectivos que son necesarios para interpretarlos. No existe, a pesar de ello, un término que englobe a estos dos.

Géneros instrumentales son los que están escritos sólo para instrumentos. Dentro de ellos se distingue entre géneros sinfónicos, que son aquellos que precisan de una orquesta para su ejecución, y géneros de cámara, que son los compuestos para una plantilla musical reducida. De entre los primeros destacan la sinfonía (obra para orquesta en cuatro movimientos) y el concierto (obra en tres movimientos en la que alternan uno o varios solistas y la orquesta). Los géneros camerísticos suelen recibir el nombre a partir del número de sus integrantes (trío, cuarteto, quinteto, octeto, etc.), aunque algunos reciben el nombre de su función original (serenata, divertimento).

Por su parte, las formas musicales son patrones estilísticos que permanecen con el paso del tiempo y que aparecen como estructura de diferentes géneros. La más importante de todas es la forma sonata, que se constituye a partir de un tema inicial, al que sigue un segundo tema, un desarrollo de ambos y una reexposición del primer tema que conduce a la coda final y que sirve como esquema de desarrollo, por ejemplo, a la sinfonía. No obstante, la sonata es también un género camerístico en el que uno o dos instrumentos tocan como solistas con un tercero que les acompaña. Es el esquema de estas sonatas el que acabará convirtiéndose en forma.

Otras formas de importancia son la fuga, el rondó, el aria y el aema con variaciones.

Estilos Musicales

Dentro de nuestro sistema musical, a partir del siglo XIX, se han ido creando una serie de estilos que proceden ya del cruce de nuestro sistema clásico con otros sistemas musicales ya con un deseo de novedad. Se conoce a éstos por estilos populares tanto por su origen como porque forman la base del estilo internacionalmente reconocido como tal.

Los principales estilos son el country, que procede de la música que los emigrantes irlandeses y escoceses de los estados del Medio Oeste norteamericano, el jazz y la música afroamericana, que surge del contacto entre la s los esclavos africanos del sur de los Estados Unidos y el estilo clásico, la música afrocaribeña, el rock, el pop y el folk, los tres derivados de los anteriores a partir de diferentes fusiones y transformaciones derivadas tanto de fenómenos musicales como de acontecimientos sociales. De ellos derivan otros estilos que, a veces, suponen una fusión de varios de los principales. Por otro lado, estos estilos han influido también en la evolución del estilo clásico. La característica principal de estos estilos es su difusión más allá de su ámbito original.

Por otro lado, encontramos también estilos que no se han apartado de sus orígenes ni en lo que a su sonido se refiere ni en cuanto a su lugar de cultivo. Es el caso del flamenco y de la música étnica.

Enseñanza de la Música

Todos los elementos materiales de la música tienen en su sistema técnico una traducción oral y otra gráfica, así como también un léxico y una escritura propios.

En la actualidad, la enseñanza musical se lleva a cabo en el Conservatorio y se centra en la práctica de la lectura y análisis de partituras unida al manejo de uno o varios instrumentos. Los niveles habituales en esta enseñanza son dos: el primero, en el que se aprende a reconocer los signos musicales y los principales géneros y estilos de la tradición musical occidental. Las disciplinas principales de esta etapa son el solfeo, que consiste en el reconocimiento de los signos musicales y en su lectura, la armonía, que estudia los acordes y sus relaciones, y el contrapunto, que estudia la conducción de las diferentes voces a la vez en sus dimensiones melódica y armónica. A estos estudios de tipo teórico acompaña la formación técnica y de carácter interpretativo aplicada a un instrumento.

El segundo nivel de los estudios musicales cuenta con tres ramas principales: el perfeccionamiento en el manejo de un instrumento, la composición en la que se busca potenciar lo que de creativo haya en el alumno más allá de su faceta como intérprete y la musicología, centrada en los estudios de carácter histórico y teórico.

Historia breve de la Música Occidental

Se conservan testimonios referidos a la música desde las civilizaciones más antiguas, aunque de ninguna de ellas nos ha llegado testimonio práctico alguno. Sí se conservan, en cambio, instrumentos y escritos sobre música que dan una idea aproximada de la práctica musical de estas civilizaciones (Mesopotamia, Egipto, Grecia y Roma). Se ha conservado alguna composición aislada, aunque la transcripción al sistema de notación actual resulta siempre problemática. La música de Egipto y Mesopotamia es desconocida en buena medida. Algo más se sabe de la griega y la romana, descendiente directa esta última de la griega.

En general, nos han llegado testimonios sobre la música que iba unida a la práctica religiosa de estas civilizaciones, sin que sepamos nada de la música profana hasta llegar a Grecia y a las civilizaciones antiguas que, como la china o la hindú, han perdurado hasta nuestros días. En general, estas civilizaciones otorgan a la música un origen divino y la suponen capaz de poner al hombre en contacto con los dioses, así como de curar. También es habitual, al menos desde Mesopotamia, la idea de relacionar la música con el ciclo de la naturaleza (las estaciones del año, el movimiento de los astros, etc.), que se plasma de inmediato en el tipo de escalas que emplean (escalas que se deducen de los instrumentos conservados). Tales escalas son de cinco y siete sonidos en los casos de Mesopotamia y Grecia, las dos civilizaciones de las que se ha llegado a saber algo.

Los instrumentos son de tres tipos: de viento (flautas por lo general), arpas de cuerda y, sobre todo, gran variedad de instrumentos de percusión. De Grecia y Roma han llegado a nuestros días más testimonios, lo que permite conocer mayor variedad de instrumentos, de entre ellos destacan la cítara y la lira (ambas de cuerda pulsada) y, ya en Roma, la aparición de instrumentos de viento fabricados en metal, así como la aparición del órgano, todavía movido por agua.

La influencia de estas civilizaciones en la música posterior se limitó a la teoría, dado que su tradición musical se perdió con el paso del tiempo. Sí influyó, en cambio, el primitivo canto cristiano, iniciado en los primeros tiempos de esta religión, todavía en la clandestinidad y desarrollado en las comunidades del Mediterráneo Oriental, en especial Antioquía. Dos fueron las influencias básicas a la hora de crear este canto: la música con la que la comunidad hebrea entonaba los Salmos (básica en los núcleos iniciales del Cristianismo, todavía de mayoría hebrea) y la música de los pueblos de cultura griega que rodeaban al pueblo judío y con el que se mezclaron pronto los primeros propagadores del Cristianismo. Se trataba de un canto vocal, dado que los instrumentos estaban prohibidos en el templo, en el que se entonaban tanto los salmos bíblicos como los himnos de nueva creación. La diferencia en la interpretación estaba marcada por el carácter del texto, de medida fija en los salmos y variable en los himnos. La forma de interpretación era habitualmente responsorial: un solista entonaba el canto y la comunidad respondía con un estribillo.

Tras la proclamación del Cristianismo como religión oficial del Imperio por parte del emperador Constantino (Edicto de Milán, 312), el canto de la liturgia cristiana se difundió y comenzó a mezclarse con las tradiciones musicales de las diferentes regiones que formaban el Imperio. Tras la división del Imperio llevada a cabo por Teodosio en el año 395, también el canto litúrgico se dividió en dos, una de ellas dio origen al rito romano occidental (en cuyo seno surgió, ya en la Edad media, en canto gregoriano) y la otra al que fue, tras el Cisma de Oriente, rito ortodoxo oriental.

La Música en la Edad Media

Abarca los siglos IV a XVI y comienza por una etapa de orígenes (siglos VI a X) en la que se configura el canto gregoriano (monodia) dentro de la Iglesia y en la que aparecen los primeros ejemplos conocidos de música a varias voces (polifonía), en general sobre temas del canto gregoriano, que sólo se escribía para una voz (monodia). Poco después, comienzan a aparecer los primeros compositores profanos, los trovadores (s. XI) y troveros (trouveres) franceses y los Minnesänger o Minnesinger alemanes (s. XII). Todos ellos componen sus propias melodías y sus textos.

Al mismo tiempo, la polifonía religiosa va avanzando y llega a una primera madurez en las llamadas Escuela de St. Martial de Limoges y Escuela de Nôtre-Dame de París, en la que destacan los maestros Leonin y Perotin. Cercana a la Escuela de Notre-Dame (y a veces identificada con ella) se encuentra el Ars Antiqua (Arte Antiguo, ca. 1240-ca. 1320) en la que se desarrollan géneros como el motete y la canción polifónica y en la que destacan compositores como Jacobus de Lieja, Franco de Colonia o Adam de la Halle.

A continuación, nos encontramos con el Ars Nova (Arte Nuevo, ca. 1320-ca. 1380) Tiene su centro en París y debe su nombre a la obra del compositor Philippe de Vitry, en la que se criticaba la forma de componer del Ars Antiqua (a la que se da este nombre por primera vez) y se proponía la composición a partir de un arte nuevo que buscaría una mayor dificultad formal y que llegaría a su extremo con el Ars Subtilior (Arte más sutil) del siglo XIV. Durante este período, se perfecciona el sistema de escritura musical y se llega a tales atrevimientos en la composición para la Iglesia que el papa Juan XXII llegó a prohibir su interpretación. Ello llevará a la composición de una música más sencilla, aunque la orden papal no parezca haber sido obedecida de forma total, dado que la polifonía prosiguió su desarrollo hasta finales del siglo XVI. De entre los compositores del Ars Nova, destacan el mencionado Vitry y Guillaume de Machaut y de sus logros formales cabe destacar el comienzo de la composición de misas completas. La más antigua conservada es la Misa de Nôtre-Dame de Machaut.

En la primera mitad del siglo XIV, comienza a desarrollarse en Italia el madrigal, género profano compuesto en principio a dos voces que llegará hasta entrado el siglo XVII y que logrará gran éxito, ya que se compuso, en su estilo, por toda Europa. Es el género que marca la transición hacia el Renacimiento.

La Música en el Renacimiento

Se suele indicar como iniciadores del Renacimiento musical al grupo de compositores que se encuentran en la corte de Borgoña bajo los duques Felipe el Bueno (1419-1467) y Carlos el Temerario (1467-1477), donde se encuentran reunidos, entre otros, Guillaume Dufay, Pierre Fontaine, Robert Morton y Gilles Binchois. Por los mismos años, en Inglaterra, John Dunstable compuso según un estilo que, algo anticuado para los compositores del continente, va a inspirarles un aire nuevo, más sencillo, que busca distanciarse del preciosismo formal del Ars Subtilior. Serán Binchois y Dufay los primeros en fijarse en el modelo inglés para imitarlo. Ello se va a traducir en una melodía más fluida y un ritmo más sencillo, con frecuencia de danza. Se conoce a estos compositores como Escuela Franco-Flamenca y dentro de ella destacarán Antonie Busnois, Johannes Ockeghem en la segunda, en la tercera Jean Mouton, Heinrich Isaak, Jacob Obrecht, Josquin Desprez, Nicolás Gombert y Orlando de Lassus.

El viaje de muchos de estos compositores a Italia (así Josquin, Verdelot, Lassus o Willaert) hace que su estilo influya en el de los compositores italianos, detenidos en la tradición del madrigal primitivo. Esta influencia se hará palpable en la Escuela Romana que florece a mediados del XVI y en la que destacan Constanzio Festa, Giovanni Maria Nannino y, sobre todo, Giovanni Pierluigi da Palestrina. Estos compositores se caracterizarán por mezclar elementos de la tradición franco-flamenco con una sonoridad diferente, así como por lo abundante de su producción religiosa, adecuada ya a las normas musicales del Concilio de Trento. Algo posterior en el tiempo y ya de transición hacia el Barroco es la Escuela Veneciana, que se caracteriza por el empleo de combinaciones de varios coros y por una música de sonoridades ricas y coloristas en la que las voces humanas se mezclan con instrumentos. Destacan en ella Cipriano da Rore, Baldasare Donato y los dos Gabrieli (Andrea y Giovanni).

Los problemas religiosos del Renacimiento se muestran en la música tanto en el lado católico (como hemos visto con la Escuela Romana) como en el protestante, donde se adaptará la música a las necesidades del nuevo culto, que preferirá piezas simples, de estructura sencilla y de carácter popular. Destacan compositores como Hans Leo Hassler, Michael Praetorius o Lukas Ossiander.

En la España del Renacimiento destaca la obra de Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero y Tomás Luis de Victoria, tres de los principales compositores del período.

La Música en el Barroco

El período barroco se extiende en la música entre, aproximadamente, 1600 y 1750 y se caracteriza, principalmente, por el empleo del bajo continuo, que consiste en que la voz más grave de la pieza suene continuamente y con sus notas imponga la armonía del resto de las partes. Junto a ello, va a destacar el gusto por el contraste, que en el campo musical se muestra en el mayor empleo de instrumentos frente al predominio de las agrupaciones vocales que se habían dado hasta entonces (aunque ya en el Renacimiento se comiencen a publicar obras para conjunto instrumental). Poco a poco, los instrumentos van adquiriendo la misma importancia que los géneros vocales, haciéndose finalmente independientes de éste en el concerto grosso que enfrenta dos grupos de instrumentos, uno más grande que otro, entre los que se busca el contraste de sonido.

Junto a este gusto por el contraste, el interés del Barroco por la representación y por lo espectacular va a dar lugar al nacimiento de dos géneros de gran importancia: la ópera y el oratorio, ambos géneros cantados en los que se desarrolla una historia que en el segundo de los casos no llega a representarse por ser de tema religioso y cantarse en la iglesia. El éxito popular de la ópera hace que la música religiosa acerque a aquella sus estructuras en géneros preexistentes como la misa, el motete o la pasión.

Por su parte, la ópera será el mejor testigo de la evolución de la sociedad del Barroco. Las polémicas en torno a la licitud de la ópera como espectáculo y el nacimiento de la ópera bufa, retrato de la sociedad burguesa que empieza a crearse, marcan la transición hacia el Clasicismo.

En toda la música del Barroco tiene gran importancia de llamada "Teoría de los Afectos", que pretendía que cada tipo de música correspondía con un estado anímico diferente. Ello se plasmará sobre todo en la ópera, pero será frecuente también en la música instrumental, pues se asignaba a cada instrumento una de las situaciones anímicas.

En el período barroco aparece la mayor parte de los géneros que llegan hasta el siglo XX. Así, además de la ópera y el oratorio ya mencionados, surgen géneros instrumentales como la sinfonía, el concierto, la sonata o la suite. Asimismo, es en la época barroca cuando se consolida el sistema tonal que ha de emplear la música europea hasta comienzos del siglo XX.

De entre los compositores principales de este período, destacan Johann Sebastian Bach, Georg Friedrich Händel, Antonio Vivaldi, Henry Purcell o Georg Philipp Telemann.

La Música en el Clasicismo

El Clasicismo abarca aproximadamente la segunda mitad del siglo XVIII y supone el período que en el resto de las artes es conocido como Neoclasicismo. En música, al no existir apenas vestigios musicales de la antigüedad grecorromana, se emplea el término Clasicismo y se toma como referencia su doctrina estética: medida, número y orden son los cánones clásicos de la composición. Se pretenderá imitar la naturaleza incluso en la música; para ello, se tiende a la simplicidad de formas y a la claridad de líneas.

Desde el Barroco, se llega hasta el Clasicismo a través del llamado Período Galante, que se oponía a la rigidez y la complejidad del Barroco y buscaba una música fácil de comprender en la que la melodía tenía un papel principal. Esta facilidad da paso a la claridad de líneas mencionada, claridad que no significa falta de sentimiento, muy al contrario, pronto serán evidentes en la música las huellas del movimiento poético Sturm und Drang (Tormenta e Impulso) que se plasmarán en el llamado Estilo Sentimental que primará en la música de la Escuela de Manheim. Finalmente, se entiende por Clasicismo Pleno el que abarca los años de Haydn, Mozart y Beethoven, que constituyen la llamada Primera Escuela en Viena.

En los géneros se producen algunos cambios y mientras desaparecen la suite y el concerto grosso y cristalizan la sonata y la sinfonía, se mantienen la ópera, el oratorio, aunque con transformaciones debidas a los cambios en los gustos del público, que se diversifica y busca también argumentos cómicos. Asimismo, se evidencia la importancia del público en la abundancia de música de cámara compuesta y publicada para que los aficionados la interpretaran en veladas domésticas.

La Música en el Romanticismo

El período romántico abarca en la música desde 1800, fecha de la Primera Sinfonía de Beethoven, hasta 1914, fecha del inicio de la Primera Guerra Mundial. Beethoven será el autor que sirva de bisagra entre el Clasicismo y el Romanticismo, pues su formación y buena parte de su obra serán clásicas, pero su actitud como artista será ya plenamente romántica. Beethoven será, además, la figura paradigmática que sirve como modelo a todos los románticos.

El Romanticismo se caracteriza por la búsqueda de lo absoluto que se plasma en la reacción contra los cánones clásicos, la prioridad de la expresión de la propia intimidad y el deseo de conmocionar afectivamente al público. La mencionada búsqueda de lo absoluto se plasma en la consideración de la música como un lenguaje privilegiado capaz de llegar al sentimiento sin pasar por la razón. De esta manera, la música instrumental tendrá gran desarrollo, marcado en buena medida por el deseo del compositor de hacerse con un lenguaje propio, aunque la música vocal conozca también un auge merced a la importancia que se otorga a géneros como la ópera y la canción.

El público se convierte en árbitro del éxito. Los compositores no escriben ya para la nobleza o la Iglesia, sino para el gran público. Al mismo tiempo, los avances tecnológicos en el campo de los instrumentos musicales les otorga una mejor sonoridad y una mayor capacidad técnica. El piano será el instrumento más afectado por estas mejoras y, a la vez, el que tenga un mayor éxito social, tanto en salas de concierto como en salones particulares.

Los compositores van a buscar un estilo que les distinga y para ello harán un uso muy personal de los procedimientos de composición heredados del Clasicismo. Ello redundará en una debilitación del sistema tonal que se había creado a partir del Barroco.

El Romanticismo se inicia, musicalmente hablando, en la Viena de principios del XIX para acabar alcanzando a Europa entera y a los puntos más europeizados de otros continentes y se caracterizará por los contrastes: el intimismo de la música de cámara o la canción junto a lo aparatoso de la ópera o de la gran orquesta sinfónica, que aumenta cada vez más a lo largo del siglo, o el universalismo y la búsqueda de lo absoluto del genio romántico frente al interés por el folclore que se muestra en la aparición de las escuelas nacionalistas rusa o checa.

También será el siglo XIX el que vea el comienzo de los estudios musicológicos de carácter histórico que permiten conocer numerosas obras del pasado que se habían olvidado.

De entre los compositores destacan, además del mencionado Beethoven, Franz Schubert, Robert Schumann, Johannes Brahms, Férenc Liszt, Felix Mendelssohn, Richard Wagner, Hector Berlioz, Gioacchimo Rossini o Giuseppe Verdi.

La Música en el siglo XX

El siglo XX se va a caracterizar, como en el resto de las artes, por la ruptura con la tradición cultural anterior y por la diversidad de estilos que surge de tal ruptura.

Ya dentro del siglo XIX, comienzan a surgir compositores que buscan un camino nuevo que se aparta de la tradición seguida hasta aquí. Cabe destacar en este aspecto a Claude Debussy y a Maurice Ravel, principales integrantes del Impresionismo francés o a los compositores del Expresionismo alemán. Junto a ellos, aparecen compositores que, como Gustav Mahler o Richard Strauss, llevan a sus últimas consecuencias los logros del Romanticismo en el llamado Post-romanticismo.

No obstante, esta situación se romperá con el deseo de las Vanguardias de romper con la tradición para buscar un sistema musical nuevo. En este campo destacarán los integrantes de la Segunda Escuela de Viena, Alban Berg, Arnold Schönberg y Anton Webern, que cultivarán el Dodecafonismo o uso libre de los doce sonidos de la escala cromática, estilo que se seguirá usando años después de la muerte de sus primeros cultivadores. Ejemplo de estos continuadores serán Luigi Dallapiccola y Olivier Mesiaen.

Otra forma de oposición al espíritu del Romanticismo es el Neoclasicismo, que surge hacia 1920 y que incluye los logros compositivos del Impresionismo y el Expresionismo. La actitud antirromántica se muestra en la importancia que se da a la forma frente al predominio del sentimiento en la música del XIX. Destacan entre sus cultivadores Igor Stravinsky, Sergei Prokoviev, Darius Milhaud y Arthur Honegger.

Tras la Segunda Guerra Mundial, se produce un deseo de recuperación que se manifiesta en una creación que busca agrupar tendencias, desde la tradición clásica a los logros de la Vanguardia, pasando por la música ligera y el empleo de los avances tecnológicos en el campo de la reproducción del sonido. Será excelente ejemplo de esta tendencia el británico Benjamin Britten, que emplea de forma ecléctica los estilos más diversos de acuerdo con el espíritu de la obra a la que se enfrente.

Otras tendencias de postguerra serán la Música Concreta de Pierre Schaeffer, la Música Experimental (obras musicales que a menudo se interrelacionan con el teatro, la danza, la plástica y otras artes) del estadounidense John Cage, el Serialismo en el que trabajan Geörgy Ligeti y Kristof Penderecki, la Música Electroacústica, iniciada por Eimert y continuada por Stockhausen o el Minimalismo de La Monte Young, Terry Rirey, Steve Reich y Philip Glass.

A pesar de todos los cambios acontecidos, la ópera sigue viva como género e institución. Entre sus principales representantes están el mencionado Benjamin Britten y Hans Werner Henze. No se trata, no obstante, de óperas convencionales, o no siempre, sino que buscan experimentar a la vez con las nuevas tendencias dramáticas y musicales. Asimismo, se recurre otra vez a los antiguos géneros (sinfonías, cuartetos de cuerda) y también a combinaciones de los mismos, aunque sin las profusas explicaciones que la vanguardia de los años cincuenta y sesenta, se sentía obligada a dar para justificar su pluralidad musical.